De las oraciones que elevó Jesús, uno de los fragmentos más repetidos es: «Danos hoy nuestro pan de cada día». Es lógico que así sea, pues en el mundo material en que nos desenvolvemos la comida es vital. Sin embargo, por extraño que parezca, dentro del padrenuestro es la única alusión a nuestras necesidades físicas. El resto son alabanzas a Dios y peticiones de dones o bendiciones espirituales que nos permitan agradar y servir mejor a Dios. Al incluir una petición de carácter material, Jesús reconoce que vivimos en el mundo natural e indica que Dios desea satisfacer nuestras carencias en esa esfera.
Cuando Jesús se encontró con una samaritana junto al pozo de Jacob, le aclaró que el sustento físico era insuficiente. «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás». Jesús es el pan y el agua de vida, y Su presencia en nuestra realidad importa aún más que los alimentos y el agua que ingerimos.
Así como la comida y el agua nos resultan vitales cada día, también necesitamos una provisión cotidiana de energía espiritual. Del mismo modo que Dios nos pide que trabajemos duro para procurarnos el sustento diario, Él considera que debemos hacer un esfuerzo por nutrir nuestro espíritu. ¿De qué manera? Leyendo Su Palabra y dedicándole ratos de oración, reflexión y meditación.
Felizmente, Dios está deseoso de concedernos lo que nos hace falta y, lo que es más importante, desea brindarse Él mismo a nosotros. Quiere que todos comamos Su alimento espiritual. Volviendo al padrenuestro, en él Jesús no solo enseñó a Sus discípulos a rogar por la provisión de sus necesidades cotidianas, sino a invocar también la presencia de Su Espíritu, «el pan vivo que descendió del cielo», cada día de su vida.
Tomado de: http://es.letjesushelpyou.com