Estoy convencida de que Dios quiere alentar a las personas; pero en muchos casos hace falta que seamos nosotros los portadores de ese ánimo. Y, aunque no te lo creas, tenemos lo que otros necesitan.
¡Contamos con el Espíritu Santo y con las amorosas palabras de Dios!
Podemos ejercer influencia aprovechando el poder que tienen nuestras palabras. No es necesario que sean palabras profundas ni elocuentes:
basta con que sean sencillas y satisfagan la necesidad de amor, esperanza, significación y consuelo que tenga la persona a quien se las dirigimos.
Si piensas que no tienes tiempo, ni energías, ni experiencia, o que es poco lo que puedes ofrecer, no te preocupes: a la mayoría nos pasa lo mismo. No obstante, todos podemos enriquecer a los demás por medio de nuestras palabras de ánimo, las cuales nos permiten ejercer influencia y propagar el amor de Dios donde sea que vayamos. En cinco minutos o menos podemos marcar la diferencia en un paradero de autobús, en el metro, en una tienda, en el trabajo, en el colegio, en línea, cuando salimos a dar un paseo y en miles de circunstancias más.
Podemos preguntarnos: «¿Qué puedo decirle a esta persona que la vaya a ayudar de alguna manera, que le levante el ánimo y le alegre el día, que haga que se sienta apreciada, valorada y digna, que la haga sentirse bien consigo misma y la convenza de que lo que hace es importante?»
Después pidámosle al Señor que nos dé fe para decirle lo que sea que Él nos inspire.
Tomado de: http://es.letjesushelpyou.com