Los cristianos no estamos exentos de sufrir desventuras en esta vida, por más que algunos piensen lo contrario. El considerar que nuestra fe debería escudarnos de apuros, batallas y sufrimiento puede llevarnos a albergar cierto complejo de mártir cuando las cosas salen mal. Hasta podemos llegar a pensar que no hay nadie que pase más penalidades que nosotros.
Si piensas eso, no tienes más que echar un vistazo a tu alrededor y fijarte en lo que tienen que aguantar otras personas, creyentes y no creyentes. Quizás encuentres algunas que en este momento están en mejor situación que tú. Mucha gente, sin embargo, está muchísimo peor en aspectos fundamentales, y por ejemplo ni siquiera tiene cubiertas sus necesidades básicas.
Si bien los cristianos nos enfrentamos a obstáculos físicos parecidos a los de las demás personas y tenemos dificultades en abundancia, por lo menos la mayoría entendemos el concepto contenido en la Palabra de Dios de que los problemas tienen una razón de ser, de que detrás de todo hay un designio divino. Aunque de buenas a primeras no veamos el bien que se puede derivar de los reveses que sufrimos, sabemos que pueden dejarnos enseñanzas y fortalecernos. Eso de por sí los hace más llevaderos.
Hay quienes lidian durante años con una dolencia, con un jefe complicado o con un trabajo que detestan. Otros, tanto cristianos como no cristianos, son víctimas del ridículo, la crítica o el rechazo de otras personas. Incluso llegan a sufrir persecución por defender sus principios. Los cristianos solemos entender que las penalidades redundan en nuestro bien. Los no creyentes, en cambio, no tienen un Salvador que los consuele y los ayude a descubrir el propósito de su sufrimiento. Puede que tengamos numerosas dificultades; pero en comparación con muchos que hacen frente a la vida sin una fe que le dé sentido a todo, nosotros llevamos una existencia relativamente fácil.
Nuestras adversidades nos enseñan y nos hacen crecer como personas. Las pruebas que atravesamos nos educan en paciencia, en aguante, y nos enseñan a aferrarnos a las promesas de Dios y a «sufrir penalidades como buenos soldados de Jesucristo»; no solo un día, una semana o un mes, sino tal vez muchos meses o años seguidos.
La Biblia dice: «Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas». «Perseverar con paciencia es lo que necesitan ahora [cuando los asedian las dificultades] para seguir haciendo la voluntad de Dios».
Pablo inclusive nos exhortó a gloriarnos «en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza».
Es posible que pasemos por largas temporadas en que no podamos dejarnos afectar en modo alguno por las circunstancias porque las cosas marcharán mal y nos sentiremos fatal. Precisamente en momentos así debemos aferrarnos a la verdad de la Palabra de Dios y recordar que Él nos ama y sigue preocupándose por nosotros independientemente de cómo nos sintamos. Aun cuando parezca que todo absolutamente obra en contra de nosotros o anda mal, podemos tener la confianza de que el bien acabará por triunfar y Jesús saldrá victorioso.
Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida a fin de que puedan resistir. 1 Corintios 13:10 (NVI)
Si vieras el mañana
Si vieras el mañana como Dios lo ve,
sabrías que ya llegará el amanecer.
No enfrentarías con temor
las penas, sino con valor,
pues pronto cesará el dolor.
¡Confía en Él!
Si conocieras el mañana como Dios,
por qué hay un gran vacío en tu corazón,
sabrías que la oscuridad
viene antes de la claridad.
Un día todo el mal se irá…
¡Él prometió!
¿Qué nos deparará el futuro?, pienso yo.
Mas a menudo en Su sabiduría Dios
lo oculta, pues así quizás
a Él nos aferramos más.
Nos guiará hasta el final…
¡Él prometió!
Norman Clayton (1903–1992)
Más gracia nos da
Más gracia nos da cuando añade otra carga.
Más fuerzas nos da al aumentar la labor.
A más sufrimiento, más misericordia.
A más aflicciones, más paz interior.
Y cuando se agota nuestra resistencia
y flaquean las fuerzas antes de terminar,
cuando hemos gastado ya nuestros recursos,
los dones de Dios comienzan a obrar.
No temas que Él sea incapaz de ayudarte
o de remediar tu infeliz situación.
Apóyate, pues, en Sus brazos eternos.
Tu carga por ti llevará el buen Señor.
Su amor es inmenso, Su gracia es eterna.
No hay límite alguno a Su potestad.
De Sus infinitas riquezas, el Padre
reparte y añade y vuelve a aumentar.
Annie Johnson Flint (1866–1932)
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2 Timoteo 2:3 (NVI) Comparte nuestros sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús.
Santiago 1:12 (NVI) Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a quienes lo aman.
Hebreos 10:36 (NVI) Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.
Tomado de: http://es.letjesushelpyou.com